16 julio, 2012

¿CREO? PACHAMAMA




Más o menos para un mes de abril hace algunos años: ella estaba en ese momento viviendo en un edificio de apartamentos que estaba enmarcado por la peculiaridad y esto fue lo que aprendió.

 Este edificio de apartamentos quedaba en el corazón comercial de la ciudad contaminación total. Donde los restaurantes y tiendas de ropa invadían las retinas, donde los vendedores ambulantes obstruían el paso con sus voces y su necesidad de hacer parte del juego de la supervivencia cápital. 

Este edificio se encontraba en un proceso legal; Contaban que una pareja de ancianos sin hijos lo construyó durante la década de los setenta y vendieron algunos apartamentos, pero en su gran mayoría la propiedad seguía siendo de ellos. Para la primera década del 2000, después la muerte de los dos ancianos, este fue embargado por la ciudad por su falta de pago de impuestos, y para este momento el edificio había quedado abandonado, consumido por el tiempo y la inutilización. En algún momento don Daniel el sobrino nieto de estos ancianos y heredero del edificio, decidió arrendar algunos. El edificio por haber estado tanto tiempo abandonado y con la deuda acrecentándose dejo de contar con los servicios públicos básicos agua y luz.
El último piso fue arrendado entonces por Oscar, un hombre de más de 50 años que tenía las historias más insólitas por su aliento aventurero, por los recovecos que tiene la vida para cada uno. El fue hijo de un banquero muy reconocido en Colombia, especialmente en Bogotá, contaban que por la violencia y las ansias de poder de algunos políticos este banquero fue estafado, como consecuencia fue acusado de robar al banco, dejándolo en una situación legal difícil, todo su mundo de comodidades y de beneficios de ser un hombre adinerado se fueron desvaneciendo como esa estela de humo que deja un cigarro. Lo único que le quedo a su familia como propiedad fué un pedazo de tierra en la serranía del Naquen en el Guainia, donde la búsqueda de oro era muy reconocida. Oscar lleno de juventud e ilusiones en la década de los 70 toma sus pocas cosas y en compañía de su novia y  su mejor amigo, deciden internarse en la selva virgen a buscar oro, basando todos sus sueños e ilusiones en la posibilidad de hacerse ricos gracias a la naturaleza.

 Después de cuatro años de vivir en la selva lejos de todos los beneficios de la ciudad, la naturaleza le cobra su crianza urbana,  Oscar allá contrae leishmaniasis, obligándolo a regresar a Bogotá sin encontrar aún esa riqueza esperada. Al llegar a la ciudad sus experiencias con la naturaleza dejaron en él un pensamiento  de simpleza (considero yo), donde por alguna razón la vida siempre le daba lo básico para vivir, y que en sus piruetas diarias se reafirmaba este tipo de ideas. 

Ella llego con 23 años a compartir su espacio, ese espacio y entendió estando allí lo acostumbrada que estaba por su educación citadina a tener facilidades para suplir sus necesidades básicas como el comer y el beber, pero también entendió y aprendió que si lo deseaba este mundo que la rodeaba le podía regalar lo que le hacia falta. Él se lo había enseñado por medio de sus historias y lo reafirmaba compartiendo esa etapa de su vida ahí juntos compartiendo ese mismo espacio.

Creer en la naturaleza fué la mayor sabiduría que le pudo dejar esa experiencia, de convivir con ese hombre sabio, lleno de historias. 

El agua fue el ejemplo que la vida había destinado para ella, esta le enseño cosas que jamás se le hubieran ocurrido, si solo se hubiera dejado arrastrar con la corriente de la comodidad de la ciudad. Aprendió que con la necesidad del dinero a sus espaldas,  estaba triste, pero ella decidió entender que podían conseguirse las cosas realmente importantes si solo las deseaba, si solo utilizaba lo que realmente necesitaba.

una de esas extrañas situaciones era compartir el servicio de luz, entre el último piso y el primero, donde vivía un personaje conocido como “Jairo”, él era uno de los pequeños distribuidores de marihuana de la zona. El servicio de luz había logrado ser instalado por una demanda que se impuso, alegando que la deuda no era de los que habitaban el edificio, sino de la pareja de ancianos y su herederos. Y por esto lograron la posibilidad de tener los servicios de agua y de luz. Gracias a la llegada de la luz podían cocinar en una hornilla eléctrica y celebraban el hecho de poder cocinar en casa; vivían en ese momento 5 personas en ese apartamento y en una reunión de convivencia y conciliación  decidieron que el servicio de agua no iba a ser instalado, ya que si hacían eso por la cantidad de personas que habitaban ese espacio iban a adquirir una deuda bastante alta e impagable en ese momento por la situación económica y laboral de todos. Mientras estuvieron sin la posibilidad de tener la practicidad de este servicio, habían aprendido por Oscar que el agua podía recogerse de las lluvias que en una ciudad como Bogotá son “habituales”. Para cocinar no podían utilizar esa agua lluvia, como dije antes estaban en un punto de la ciudad donde la contaminación era incalculable, entonces iban según su necesidad al almacén de cadena que quedaba a escasas tres cuadras, llenaban botellas de 5 litros en el baño y luego salían como si nada del supermercado con las botellas dentro maletas y bolsas, subían entonces el agua por siete pisos para cocinar en su pequeña estufa y saciar la sed.

El entrar al baño y hacer sus necesidades era otra aventura, para entenderla se debe conocer en que consistía recoger el agua y como distribuirla para obtener su mayor beneficio, ademas de lograr hacerla alcanzar hasta hasta el próximo aguacero obviamente improvisto. Este proceso iniciaba con la preparación de 4 canecas muy grandes acomodadas en puntos estratégicos, donde una estructura de palos y lonas hacían un canal para redirigir el agua que caía en estos embalses, después de recogerla era muy importante dejarla reposar para que el polvo y el smog se sentaran en el fondo y así fuera mas aprovechable. En algún momento Oscar vio la posibilidad de utilizar los tanques de agua del edificio y con una bomba artesanal se llenaban mientras que la lluvia caía. Para esto era muy importante que el tipo de aguacero fuera muy fuerte y muy largo para recoger el agua suficiente para llenar estos tanques y que durara por bastante tiempo el liquido. El agua que se recogía en el tanque era posible distribuirla en las tuberías del apartamento, específicamente en la ducha. Donde se ponía un balde que recogía el agua con la que se bañaban, para que fuera esta después utilizada para descargar el inodoro.

Pero  ese abril, era un mes seco, desgastante y triste, el sol se posaba en lo alto de la montaña con todas las ilusiones de la rutina, pero con una esperanza de agua implícita en los manojos de clima indomable. Cuando los embalses de agua quedaron secos y no tenían agua, para bañase y para descargar el inodoro. Hubo una sequía para ellos de mas de tres meses, el sol salía inclemente detrás de los verdes cúmulos de tierra y no había nunca un rastro de nube que indicara que caería un poco de agua. Sabían y se llenaban con la ilusión que en algún momento esto iba a cambiar, por eso siempre las canecas y la bomba estaban listas para hacer la recolección, pero aún así no podían detener el tiempo, el cansancio y los días pasaban, sus  cuerpos  pedían a gritos que los acariciaran con una gota de agua que rozara su piel cansada de la ropa y de contaminación impregnada de ciudad. Soñaban con un momento que les regalara un poco de limpieza y de frescor, el agua les hacía falta.

Un sábado invadido de la rutina y la espera fue cuando sucedió todo. Empezaron a caer escasas gotas, que los hicieron posar sus  miradas en la ventana, había pasado mucho tiempo en que el agua no había estado cerca de su hogar, así que cuando las gotas fueron aumentado la felicidad se reflejo en sus ojos y en sus labios, ambos sonreian. El agua caía y empezaron a correr verificando que todos los posibles tarros, ollas, baldes estuvieran a la mano listos para recoger el esperado liquido.

Sus ojos se llenaron de lagrimas al sentir que el agua tocaba su piel, sentir caricias refrescantes por su cara, sus brazos, su espalda, la invadieron de felicidad; supo en ese instante que ningún otro momento había esperado más. Ahora después de algunos años ella recuerda   mirando al cielo y viviendo  cada día, creyendo en la felicidad que le regala el agua, fue un regalo de la naturaleza, solo por creer en ella y esperar sin pensar en nada más allá que la vida lo da todo, lo que se necesita en el momento que ella considera que es correcto darlo.

Entendió porque nuestros antepasados indígenas creían en la tierra como si fuera una madre protectora y como el agua si es VIDA y llena aquellos vacios mundanos de la cotidianidad invadida por objetos. Aprendió a creer y a tener fe pero no en fuerza superiores y energías más allá de lo que tenemos a nuestro alrededor. No debatió ni le interesó saber si es correcto o incorrecto solo supo que el agua es el mejor ejemplo del poder ser feliz porque la naturaleza le da todo lo que necesito para sobrevivir.