Más o menos
para un mes de abril hace algunos años: ella estaba en ese momento viviendo en
un edificio de apartamentos que estaba enmarcado por la peculiaridad y esto fue
lo que aprendió.
Este
edificio de apartamentos quedaba en el corazón comercial de la ciudad
contaminación total. Donde los restaurantes y tiendas de ropa invadían las
retinas, donde los vendedores ambulantes obstruían el paso con sus voces y su
necesidad de hacer parte del juego de la supervivencia cápital.
Este edificio
se encontraba en un proceso legal; Contaban que una pareja de ancianos sin
hijos lo construyó durante la década de los setenta y vendieron algunos
apartamentos, pero en su gran mayoría la propiedad seguía siendo de ellos. Para
la primera década del 2000, después la muerte de los dos ancianos, este fue
embargado por la ciudad por su falta de pago de impuestos, y para este momento
el edificio había quedado abandonado, consumido por el tiempo y la inutilización.
En algún momento don Daniel el sobrino nieto de estos ancianos y heredero del
edificio, decidió arrendar algunos. El edificio por haber estado tanto tiempo
abandonado y con la deuda acrecentándose dejo de contar con los servicios
públicos básicos agua y luz.
El último piso
fue arrendado entonces por Oscar, un hombre de más de 50 años que tenía las
historias más insólitas por su aliento aventurero, por los recovecos que tiene
la vida para cada uno. El fue hijo de un banquero muy reconocido en Colombia, especialmente
en Bogotá, contaban que por la violencia y las ansias de poder de algunos
políticos este banquero fue estafado, como consecuencia fue acusado de robar al
banco, dejándolo en una situación legal difícil, todo su mundo de comodidades y
de beneficios de ser un hombre adinerado se fueron desvaneciendo como esa
estela de humo que deja un cigarro. Lo único que le quedo a su familia como
propiedad fué un pedazo de tierra en la serranía del Naquen en el Guainia,
donde la búsqueda de oro era muy reconocida. Oscar lleno de juventud e
ilusiones en la década de los 70 toma sus pocas cosas y en compañía de su novia
y su mejor amigo, deciden internarse en la selva virgen a
buscar oro, basando todos sus sueños e ilusiones en la posibilidad de hacerse
ricos gracias a la naturaleza.
Después
de cuatro años de vivir en la selva lejos de todos los beneficios de la ciudad,
la naturaleza le cobra su crianza urbana, Oscar allá contrae leishmaniasis, obligándolo
a regresar a Bogotá sin encontrar aún esa riqueza esperada. Al llegar a la
ciudad sus experiencias con la naturaleza dejaron en él un pensamiento de
simpleza (considero yo), donde por alguna razón la vida siempre le
daba lo básico para vivir, y que en sus piruetas diarias se reafirmaba este
tipo de ideas.
Ella llego con
23 años a compartir su espacio, ese espacio y entendió estando allí lo
acostumbrada que estaba por su educación citadina a tener facilidades para
suplir sus necesidades básicas como el comer y el beber, pero
también entendió y aprendió que si lo deseaba este mundo
que la rodeaba le podía regalar lo que le hacia falta. Él se lo había enseñado
por medio de sus historias y lo reafirmaba compartiendo esa etapa de su vida
ahí juntos compartiendo ese mismo espacio.
Creer en la
naturaleza fué la mayor sabiduría que le pudo dejar esa experiencia, de
convivir con ese hombre sabio, lleno de historias.
El agua fue el
ejemplo que la vida había destinado para ella, esta le enseño cosas que jamás
se le hubieran ocurrido, si solo se hubiera dejado arrastrar con la corriente
de la comodidad de la ciudad. Aprendió que con la necesidad del dinero a sus
espaldas, estaba triste, pero ella decidió entender que podían
conseguirse las cosas realmente importantes si solo las deseaba, si solo
utilizaba lo que realmente necesitaba.
una de esas
extrañas situaciones era compartir el servicio de luz, entre el último piso y
el primero, donde vivía un personaje conocido como “Jairo”, él era uno de los
pequeños distribuidores de marihuana de la zona. El servicio de luz
había logrado ser instalado por una demanda que se impuso, alegando que la
deuda no era de los que habitaban el edificio, sino de la pareja de ancianos y
su herederos. Y por esto lograron la posibilidad de tener los servicios de agua
y de luz. Gracias a la llegada de la luz podían cocinar en una hornilla
eléctrica y celebraban el hecho de poder cocinar en casa; vivían en ese
momento 5 personas en ese apartamento y en una reunión de convivencia y
conciliación decidieron que el servicio de agua no iba a ser instalado,
ya que si hacían eso por la cantidad de personas que habitaban ese
espacio iban a adquirir una deuda bastante alta e impagable en ese
momento por la situación económica y laboral de todos. Mientras estuvieron sin
la posibilidad de tener la practicidad de este
servicio, habían aprendido por Oscar que el agua podía recogerse de
las lluvias que en una ciudad como Bogotá son “habituales”. Para cocinar
no podían utilizar esa agua lluvia, como dije antes estaban en un
punto de la ciudad donde la contaminación era incalculable,
entonces iban según su necesidad al almacén de cadena que quedaba a
escasas tres cuadras, llenaban botellas de 5 litros en el baño y
luego salían como si nada del supermercado con las botellas dentro
maletas y bolsas, subían entonces el agua por siete pisos para
cocinar en su pequeña estufa y saciar la sed.
El entrar al
baño y hacer sus necesidades era otra aventura, para entenderla se debe conocer
en que consistía recoger el agua y como distribuirla para obtener su mayor beneficio,
ademas de lograr hacerla alcanzar hasta hasta el próximo aguacero obviamente
improvisto. Este proceso iniciaba con la preparación de 4 canecas muy grandes
acomodadas en puntos estratégicos, donde una estructura de palos y lonas hacían
un canal para redirigir el agua que caía en estos embalses, después de
recogerla era muy importante dejarla reposar para que el polvo y el smog se
sentaran en el fondo y así fuera mas aprovechable. En algún momento Oscar vio
la posibilidad de utilizar los tanques de agua del edificio y con una bomba
artesanal se llenaban mientras que la lluvia caía. Para esto era muy importante
que el tipo de aguacero fuera muy fuerte y muy largo para recoger el agua
suficiente para llenar estos tanques y que durara por bastante tiempo el
liquido. El agua que se recogía en el tanque era posible distribuirla en las
tuberías del apartamento, específicamente en la ducha. Donde se ponía un balde
que recogía el agua con la que se bañaban, para que fuera esta después
utilizada para descargar el inodoro.
Pero ese
abril, era un mes seco, desgastante y triste, el sol se posaba en lo alto de la
montaña con todas las ilusiones de la rutina, pero con una esperanza de agua
implícita en los manojos de clima indomable. Cuando los embalses de agua quedaron
secos y no tenían agua, para bañase y para descargar el inodoro. Hubo
una sequía para ellos de mas de tres meses, el sol salía inclemente detrás
de los verdes cúmulos de tierra y no había nunca un rastro de nube que indicara
que caería un poco de agua. Sabían y se llenaban con la ilusión que
en algún momento esto iba a cambiar, por eso siempre las canecas y la bomba
estaban listas para hacer la recolección, pero aún así no podían detener el
tiempo, el cansancio y los días pasaban, sus cuerpos pedían a
gritos que los acariciaran con una gota de agua que rozara su piel cansada de
la ropa y de contaminación impregnada de ciudad. Soñaban con un momento que les
regalara un poco de limpieza y de frescor, el agua les hacía falta.
Un sábado
invadido de la rutina y la espera fue cuando sucedió todo. Empezaron a caer
escasas gotas, que los hicieron posar sus miradas en la ventana, había
pasado mucho tiempo en que el agua no había estado cerca de su hogar, así que
cuando las gotas fueron aumentado la felicidad se reflejo en sus ojos y en sus
labios, ambos sonreian. El agua caía y empezaron a correr verificando que todos
los posibles tarros, ollas, baldes estuvieran a la mano listos para recoger el
esperado liquido.
Sus ojos se
llenaron de lagrimas al sentir que el agua tocaba su piel, sentir caricias
refrescantes por su cara, sus brazos, su espalda, la invadieron de felicidad;
supo en ese instante que ningún otro momento había esperado más. Ahora después
de algunos años ella recuerda mirando al cielo y viviendo cada
día, creyendo en la felicidad que le regala el agua, fue un regalo de la
naturaleza, solo por creer en ella y esperar sin pensar en nada más allá que la
vida lo da todo, lo que se necesita en el momento que ella considera que es
correcto darlo.
Entendió
porque nuestros antepasados indígenas creían en la tierra como si fuera una
madre protectora y como el agua si es VIDA y llena aquellos vacios mundanos de
la cotidianidad invadida por objetos. Aprendió a creer y a tener fe pero no en
fuerza superiores y energías más allá de lo que tenemos a nuestro alrededor. No
debatió ni le interesó saber si es correcto o incorrecto solo supo que el agua
es el mejor ejemplo del poder ser feliz porque la naturaleza le da todo lo que
necesito para sobrevivir.